Según dice un refrán popular:
“Después que el ojo está afuera, de nada sirve invocar a Santa Lucía”. El año
escolar está llegando a su fin, luego de un período con varias interrupciones
circunstanciales. Por estos días suele verse a unos pocos estudiantes
desesperados, tratando de salvar el año escolar, después que no fueron capaces
de mantener el ritmo académico impuesto por los demás compañeros de clase.
También se observa a otros pocos representantes cumpliendo el rol de embajadores,
buscando padrinos y palancas en cualquier lugar, con la idea de evitar que los
hijos reprueben las materias y pierdan el año. Algunos de ellos jamás asomaron
la cara por la institución para verificar el desempeño estudiantil de los
representados. A los docentes les corresponde aplicar las actividades remediales
y las llamadas pruebas de revisión (reparación), a veces con la convicción de
que es difícil aprobar en una sola jornada todos los aprendizajes que no se
lograron asimilar a lo largo del año escolar. Pero hay que hacer hasta el
último esfuerzo.
Si
se voltea la mirada hacia atrás, casi puede decirse que ya todo está consumado.
No hay prácticamente nada que hacer para enderezar los resultados del año que
termina. Pero el análisis reflexivo sobre la situación sirve como insumo para
enderezar las cargas, con miras a enfrentar con mayor compromiso el próximo
período lectivo. Las autoridades educativas y el equipo directivo de cada
plantel, partiendo de las conclusiones obtenidas por vía del análisis de la
gestión, están llamados a hacerse de todas las herramientas disponibles para
fijar los lineamientos pedagógicos y administrativos al inicio de cada jornada.
En el desarrollo del proceso se detectan las fallas y se toman los correctivos
del caso. Los éxitos y los fracasos en la tarea pedagógica son
responsabilidades compartidas entre todos los actores involucrados y
comprometidos en el proceso escolar. El balance del año que termina se nutre
con los aportes que cada quién hizo para garantizar la concreción de la misión
educativa encomendada por la sociedad.
Todo
lo bueno que se haya podido lograr a lo largo del año escolar es el resultado
del trabajo colectivo de autoridades, directivos, docentes, estudiantes,
representantes, administrativos y obreros. Incluso, la misma sociedad forma
parte de ese compromiso sustancial. Así mismo, los asuntos que no llegaron a
concretarse por diferentes circunstancias, son atribuibles a errores o fallas de
coordinación y comunicación entre esos mismos actores clave. En la formación
integral de las generaciones nadie puede verse como convidado de piedra. La
educación es un asunto tan complicado y delicado que sería una completa irresponsabilidad
conformarse con mirar los toros desde la barrera. La escuela es una instancia
orientada hacia la participación, a través de diversos mecanismos de diálogo y
creación. Por tanto, a la hora de entregar cuentas por el deber cumplido, las
críticas y los elogios tiene mayor validez cuando se hacen desde las
realizaciones concretas, no desde los discursos “preñados de buenas
intenciones”. Educador. josegarmo@yahoo.com
José de
la Cruz García Mora
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