Opinión - 11 octubre, 2013 | 12:00 AM
Magisterio frustrado
Lo ideal hubiera sido que esta columna semanal se dedicara a enaltecer las posibles bondades de la recién firmada convención colectiva de los docentes adscritos al Ministerio de Educación. Usualmente, cada vez que ha sido posible, desde esta tribuna de opinión se han aupado las políticas de inclusión social implementadas desde el gobierno. En esta oportunidad, sin embargo, resulta lamentable recoger el profundo grado de frustración existente en el seno del magisterio. En los ambientes escolares, las redes sociales y en otras instancias de opinión pública, no suele escucharse a nadie opinar favorablemente sobre los acuerdos y cláusulas firmadas. Las únicas excepciones corresponden a las autoridades ministeriales y las representaciones sindicales. Los profesores de verdad, esos que de verdad trabajan diariamente en las instituciones educativas, incluyendo a los mismos adherentes del gobierno, no tienen la convicción real de que esta contratación colectiva se dirija a dignificar la profesión docente. Más bien parece una ofensa.
Los hechos, lamentablemente demuestran que la representación sindical carece de suficiente fuerza de combate para defender los intereses gremiales de los docentes. Evidentemente, el profesorado se encuentra en completa orfandad, añorando los tiempos históricos en que las organizaciones sindicales hacía gala de una poderosa musculatura política para reivindicar los derechos y la dignidad de los docentes. Pero las organizaciones sindicales son tan endebles que se ven obligadas a doblegarse cuando sopla la más simple brizna de viento adverso. Al mismo tiempo, lamentablemente, las autoridades ministeriales se solazan en el manejo publicitario de unas cifras porcentuales que tal vez engañen mediáticamente a los actores ajenos al proceso escolar, pero que no reflejan la realidad vivencial, laboral y salarial de los profesores. En la calle el docente se enfrenta a la tiranía de los valores absolutos de la economía y comprueba que el fulano incremento salarial no pasa de ser un simple espejismo en el desierto.
Lo natural hubiese sido que el magisterio en pleno se encontrara rebosante de entusiasmo por los alcances sociales de las reivindicaciones logradas. Pero más bien se nota la impotencia y pesadumbre por la falta de fuerza gremial para reivindicar la profesión docente. Las caras de resignación son patéticas entre todos los afiliados, convencidos que durante los dos próximos años el ingreso salarial de los profesores terminará convirtiéndolos en simples parias sociales, sin contar que las fulanas primas universales no son más que baratijas destinadas a engañar tontos. Desde esta columna de opinión, lamentablemente, en esta oportunidad no hay suficientes elementos de convicción para defender los acuerdos firmados en la contratación colectiva. En realidad, para quienes tienen afinidad por las políticas del gobierno y no piensan cambiar de posición por esta circunstancia adversa, no hay nada más triste que quedar huérfano de argumentos a la hora de movilizar la opinión pública. Lo ideal hubiese sido exaltar la contratación colectiva…
josegarmo@yahoo.com
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