Opinión - 3 enero, 2014 | 12:00 AM
Construir la esperanza
El nuevo año apenas despierta. El frío atmosférico todavía no cierra el impacto físico sobre la humanidad de las personas. Pero el calor humano estalla en múltiples anuncios de esperanza y optimismo. Es la hora de fijar metas y derroteros para este nuevo trayecto cronológico y tal vez más allá del mismo. Metas, rutas y voluntad constituyen la fórmula para avanzar con convicción hacia el futuro. La esperanza es ese resorte invisible que impulsa y empuja a los seres humanos a multiplicar los esfuerzos para ver cristalizados los proyectos. Sin sueños, sin ideales y sin propósitos, no habría horizontes, ni luchas, ni logros individuales o colectivos. Precisamente, esas son las vertientes a través de las cuales se construye el edificio de la esperanza, esa torre erguida que mantiene viva la ilusión de llegar al plano más alto de las realizaciones humanas. Cada quien tiene la alforja llena de proyectos individuales, según los alcances de su mira, la fuerza interior de las convicciones y los deseos propios de mejorar las perspectivas de vida.
Si la cuestión se enfoca desde el punto de vista de las aspiraciones individuales, obviamente, prevalece la diversidad de criterios. No hay dos proyectos de vida enmarcados en las mismas circunstancias. Cada quien traza el rumbo de su vida por el camino que mejor le parece, sin contar para nada con las aspiraciones o dificultades de los demás congéneres. Eso resulta absolutamente normal en la dinámica diaria de la vida. Sin embargo, es el plano social donde se hacen más notorias las disparidades a la hora de fijar rumbos para construir la esperanza colectiva. Allí entran en juego las pasiones políticas, los intereses partidistas, los enfoques ideológicos —si es que en verdad los hay—. Entonces, ya no hay encuentro, sino polarización e intolerancia. En el contexto de la llegada de un nuevo año, cuando todo mundo está cargado de optimismo y fe en el porvenir, no vale la pena entrar a discutir en qué sectores de la sociedad se registran con mayor fuerza las contradicciones, porque entonces más bien se estaría atizando el fuego.
Para construir la esperanza colectiva del país, lo importante es buscar puntos de encuentro. El respeto y el reconocimiento mutuo son los primeros requisitos para la conformación de mesas de diálogo y conciliación. Como contexto de fondo, en cualquier circunstancia, las acciones que se emprendan en pro de la paz y la concordia, siempre deben estar enmarcadas en el auténtico respeto a la constitución y las leyes. Luego vienen las demás iniciativas para el fortalecimiento de la democracia y la convivencia pacífica. En el inventario de aspiraciones colectivas aparecen diversos asuntos de carácter positivo: reconocimiento al poder constituido, cese de la violencia en todos los planos, ejercicio responsable de las libertades públicas, concordia entre los actores políticos, diálogo permanente y trabajo mancomunado por el bienestar del pueblo. Así como estos, también hay otros temas clave para el diálogo, el debate respetuoso y la construcción de la esperanza. Feliz años para todos los amables lectores.
josegarmo@yahoo.com
José de la Cruz García Mora
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