Opinión - 6 marzo, 2014 | 12:00 AM
Publicado en Diario La Nación el jueves 6 de marzo de 2014
Prohibido opinar
Las redes sociales son como ríos turbulentos de frustración anticipada, delirios alucinatorios, improperios descalificativos y toda suerte de contradicciones patológicas.
La frustración anticipada se multiplica de manera exponencial cuando las redes virtuales anuncian la ocurrencia de eventos inminentes e “inexorables”. Pero al pasar del tiempo crece la desesperanza si no llegan a concretarse las predicciones, augurios y vaticinios. Cualquier brujo de pacotilla se convierte en celebridad si tiene la ocurrencia de pronosticar cualquier estupidez del agrado del usuario de turno.
Por otro lado, la definición clásica de delirio impositivo registrada en Wikipedia es suficiente para entender lo que pasa con el comportamiento de ciertos individuos en las redes sociales: “El mecanismo de defensa que se activa lo hace por exaltación, manifestando las personas con su conducta la necesidad de comunicar, compartir y buscar adeptos a su sistema de creencias”. Eso es lo único que tiene validez, su sistema de creencias. Lo que piensen los demás no es viable. Incluso, en Wikipedia hay otras definiciones muy interesantes sobre distintas tipologías de delirios. Pero la idea aquí no es hacer un tratado sobre el tema. Eso queda evidentemente para los expertos en el manejo de la conducta humana.
Así mismo, los improperios descalificatorios son el pan nuestro de cada día dentro de las redes sociales. Es impresionante la forma como se agreden mutuamente los internautas, emitiendo conceptos casi de manera alegre y alevosa. El único delito que comete el autor de la publicación es pertenecer a opciones políticas contrarias al lector. El HDP suele ser el argumento más frecuente para rebatir las ideas. Pocas personas se toman la molestia de pensar y sopesar el calibre y la proyección de los comentarios. Afortunadamente, aunque en pequeña proporción, todavía quedan reservas morales y no todos los usuarios caen en la trampa maldita de la ofensa, la grosería y el abuso verbal. Si las palabras fueran balas quedarían muy pocos sobrevivientes sobre el campo de batalla. Todo parece indicar que aquí está prohibido opinar. Hay quienes llegan a creer que la única razón que vale es la que prevalece en su parcela o tendencia. Los demás están condenados al holocausto. Queda muy poco espacio para la sindéresis y la tolerancia.
Las contradicciones también están a la orden del día entre los usuarios de la red. Cualquier puede hacer una densa y profunda antología sobre la cuestión. ¿Cómo puede resultar coherente que la amenaza, la insensatez y la incitación al crimen se conviertan en supuestas fórmulas de lucha a favor de la justicia, la democracia y la libertad? ¿Qué tiene de “pacifica” la reivindicación de un derecho individual, cuando se coarta de manera violenta el derecho colectivo de la ciudadanía?
Opinar viene siendo un crimen. El diálogo, la convivencia pacífica y la paz son las únicas alternativas para evitar el desenlace fatídico de los acontecimientos. Pero… hasta la invitación a la concordia se convierte en manzana de la discordia. josegarmo@yahoo.com
La frustración anticipada se multiplica de manera exponencial cuando las redes virtuales anuncian la ocurrencia de eventos inminentes e “inexorables”. Pero al pasar del tiempo crece la desesperanza si no llegan a concretarse las predicciones, augurios y vaticinios. Cualquier brujo de pacotilla se convierte en celebridad si tiene la ocurrencia de pronosticar cualquier estupidez del agrado del usuario de turno.
Por otro lado, la definición clásica de delirio impositivo registrada en Wikipedia es suficiente para entender lo que pasa con el comportamiento de ciertos individuos en las redes sociales: “El mecanismo de defensa que se activa lo hace por exaltación, manifestando las personas con su conducta la necesidad de comunicar, compartir y buscar adeptos a su sistema de creencias”. Eso es lo único que tiene validez, su sistema de creencias. Lo que piensen los demás no es viable. Incluso, en Wikipedia hay otras definiciones muy interesantes sobre distintas tipologías de delirios. Pero la idea aquí no es hacer un tratado sobre el tema. Eso queda evidentemente para los expertos en el manejo de la conducta humana.
Así mismo, los improperios descalificatorios son el pan nuestro de cada día dentro de las redes sociales. Es impresionante la forma como se agreden mutuamente los internautas, emitiendo conceptos casi de manera alegre y alevosa. El único delito que comete el autor de la publicación es pertenecer a opciones políticas contrarias al lector. El HDP suele ser el argumento más frecuente para rebatir las ideas. Pocas personas se toman la molestia de pensar y sopesar el calibre y la proyección de los comentarios. Afortunadamente, aunque en pequeña proporción, todavía quedan reservas morales y no todos los usuarios caen en la trampa maldita de la ofensa, la grosería y el abuso verbal. Si las palabras fueran balas quedarían muy pocos sobrevivientes sobre el campo de batalla. Todo parece indicar que aquí está prohibido opinar. Hay quienes llegan a creer que la única razón que vale es la que prevalece en su parcela o tendencia. Los demás están condenados al holocausto. Queda muy poco espacio para la sindéresis y la tolerancia.
Las contradicciones también están a la orden del día entre los usuarios de la red. Cualquier puede hacer una densa y profunda antología sobre la cuestión. ¿Cómo puede resultar coherente que la amenaza, la insensatez y la incitación al crimen se conviertan en supuestas fórmulas de lucha a favor de la justicia, la democracia y la libertad? ¿Qué tiene de “pacifica” la reivindicación de un derecho individual, cuando se coarta de manera violenta el derecho colectivo de la ciudadanía?
Opinar viene siendo un crimen. El diálogo, la convivencia pacífica y la paz son las únicas alternativas para evitar el desenlace fatídico de los acontecimientos. Pero… hasta la invitación a la concordia se convierte en manzana de la discordia. josegarmo@yahoo.com
Publicado en Diario La Nación el jueves 6 de marzo de 2014
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