Opinión - 30 agosto, 2013 | 12:00 AM
Calentamiento global
En varios periódicos de Venezuela y el mundo —cuya versión digital también está disponible en internet—, se ha publicado el borrador del probable informe de la ONU, elaborado por varios científicos, en el cual se atribuye al ser humano el 95% de las causas de los cambios climáticos que tienen lugar a escala planetaria. “El repunte del calentamiento global en las últimas décadas es, casi con total certeza, obra de los humanos”. Así dice el primer párrafo del documento y luego se analizan las posibles consecuencias catastróficas derivadas del cambio drástico en las condiciones climáticas del globo.
El informe contiene algunas verdades ampliamente aceptadas en los círculos académicos, la comunidad científica, los medios de comunicación y en las tertulias informales de los ciudadanos. Pero la redacción del titular y algunos párrafos dejan la sensación de que el centro de las culpas gira en torno al ser humano sencillo y corriente, cuando en realidad los promotores del caos ambiental están bien identificados y localizados.
Los cambios climáticos planetarios se pueden producir por factores naturales y por las acciones humanas. Aquellos obedecen a leyes geológicas y climáticas que impactan a largo plazo en la termodinámica de la atmósfera. Por ejemplo, según la teoría de las glaciaciones, los períodos interglaciales como el que vive el planeta en la actualidad, se caracterizan por el aumento gradual de las temperaturas y subsecuentemente por el deshielo y las transgresiones marinas. Pero esos cambios se producirían en decenas o centenas de miles de años. En cambio, las alteraciones producidas por las actividades humanas generan impactos a corto plazo y pueden llegar a ser irreversibles, si no se toman los correctivos a tiempo. Todas las acciones humanas, por muy insignificante que parezcan, terminan por afectar la calidad ambiental. Pero hay que saber diferenciar las acciones racionales y las que no lo son. No es lo mismo podar el césped del jardín que talar varias hectáreas de bosque para construir una suntuosa vivienda de madera fina.
A veces se publican algunos informes ambientales, encubiertos en argumentos científicos valederos, para tratar de desvirtuar el foco de atención de los problemas ecológicos. Hace pocos meses circuló la advertencia de una investigación sobre los efectos de la ganadería en el calentamiento global, por la emisión de gas metano en la excretas de las reses. Es la clásica excusa: la culpa es de la vaca. ¿Tendrá el mismo impacto ecológico la acumulación de bosta proveniente de un rebaño numeroso que un ensayo nuclear en altamar? ¿Será igual preparar una parrillada al aire libre en una ocasión festiva de la familia, que la emisión sin control de poluantes industriales? En esta época en que el ecologismo se ha puesto de moda, es importante que no se distorsione el enfoque del problema. Las amenazas contra la naturaleza realmente existen. Por tanto es necesario tomar conciencia sobre el asunto, no practicar el snobismo. Pero la culpa no la tiene el ciudadano de a pie. El centro del problema está en otro lado.
José de la Cruz García Mora
Geógrafo.
josegarmo@yahoo.com
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